Por Caro Junio 27, 2025
Al enfrentarnos a una situación difícil, a menudo nos preguntamos instintivamente por qué nos sucede. A veces encontramos la respuesta, pero también es posible que no la haya, y debemos aprender a cambiar la pregunta.
Vivimos en una generación con fácil acceso a una gran cantidad de información. Gracias a la inteligencia artificial, incluso podemos encontrar recetas con solo tomar una foto del interior de nuestro refrigerador. Tenemos una pregunta, sin importar el tema, y encontraremos una respuesta en internet (sea válida o no). Quizás por eso nos cuesta un poco lidiar con la falta de respuesta a la pregunta “¿Por qué?”.
Incluso en el mundo cristiano, siempre creemos encontrar una razón para nuestro sufrimiento. A veces, nuestros hermanos o hermanas en Cristo dicen que nuestra situación fue una voluntad de Dios para enseñarnos algo. A menudo usan Romanos 8:28 para consolarnos. “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito” (RVC). Otras veces, nos dirán que lo que nos sucede es culpa del diablo, o que quizás es nuestra: que no hemos orado, ayunado, dado, confesado lo suficiente, etc.
Esta búsqueda de una explicación no es nueva; incluso en el Nuevo Testamento, los religiosos afirmaban que las enfermedades eran consecuencia del pecado. “Sus discípulos le preguntaron: «Rabí, ¿quién pecó, para que éste haya nacido ciego? ¿Él, o sus padres?» Jesús respondió: «No pecó él, ni tampoco sus padres. Más bien, fue para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:2-3 RVC). Así que, sí, a veces lo que nos sucede es en parte culpa nuestra, ¡pero no siempre!
Dios les dio a las plantas la capacidad de crecer, pero ¿por qué esta tomatera tiene tres ramas y esta cuatro? No siempre hay una respuesta. “Casualmente…” En la Biblia, se usa la palabra “casualidad” para describir circunstancias en las que no había nadie a cargo. “Rut salió y comenzó a recoger espigas en el campo, detrás de los segadores. Y dio la casualidad de que el campo donde estaba trabajando pertenecía a Booz, el pariente de Elimélec” (Rut 2:3 NVI). También vemos esta expresión en Lucas 10:31 (BLP): “Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo.” La traducción podría haber sido: “Un sacerdote pasaba por aquel mismo camino sin razón alguna…”. A veces no hay explicación, y por eso necesitamos fe.
Cuando persistimos en buscar la respuesta a nuestra pregunta de “por qué”, no logramos avanzar hacia el siguiente capítulo de nuestras vidas. A veces no hay respuesta a esta pregunta: “Simplemente sucedió así”, así que debemos pasar a la siguiente: “¿Y ahora qué hacemos con esto?”. Tal como lo hizo Jesús en Juan 9:2-3. En lugar de buscar la respuesta, Jesús se centró en cómo esta situación puede glorificar a Dios. Porque no siempre hay una explicación para nuestras pruebas, pero en todas las circunstancias, Dios puede glorificarse a sí mismo y darnos la victoria.